Armas Biológicas: Una Historia de Peligro y Precaución

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El mundo de las armas biológicas ha sido objeto de numerosas teorías de conspiración, especialmente en lo que respecta al SARS-CoV-2, el virus responsable de la COVID-19. Sin embargo, la comunidad científica desmiente que este virus sea una creación humana. Aunque resulta improbable, estas teorías han puesto de relieve el concepto de armas biológicas, que ha protagonizado acontecimientos históricos preocupantes.

¿Qué son las armas biológicas?

Las armas biológicas son organismos vivos, virus o sus productos tóxicos utilizados con el propósito de causar muerte, discapacidad o lesiones a seres humanos, animales o plantas. A lo largo de la historia, los microorganismos han sido utilizados empíricamente o de manera intencional como armas de destrucción. Fue a partir del siglo XIX que se comprendió plenamente su capacidad destructiva.

Tanto la ONU como diferentes convenciones internacionales han establecido acuerdos para regular el uso y la proliferación de armas biológicas, conscientes de su potencial destructivo y peligro de manipulación.

Descubrimiento de microorganismos y epidemias históricas

Desde la antigüedad, el ser humano había sido consciente de los efectos nocivos de las enfermedades infecciosas, aunque no se comprendiera plenamente la relación entre infección y microorganismo. Grandes epidemias como la Peste de Atenas, la Peste Negra y la Peste Amarilla han demostrado la fragilidad de la civilización y los estragos de las enfermedades infecciosas.

En la historia, se encuentran ejemplos del uso de microorganismos como armas biológicas. En el sitio de la ciudad fenicia de Symra en 1325 a.C., se emplearon ovejas infectadas para transmitir la tularemia, lo que llevó a una conquista fácil. En el siglo XIV, los cadáveres de los soldados mongoles fallecidos por la peste fueron lanzados sobre la ciudad de Kaffa, posiblemente contribuyendo a la propagación de la Peste Negra en Europa.

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Un aliado más en las guerras del siglo XX

Durante la Primera Guerra Mundial, se intensificó el desarrollo de armas biológicas. El gobierno alemán implementó un programa de guerra biológica mediante el envío de cartas contaminadas con el ántrax a varios países. En este período, Anton Dilger, médico estadounidense, diseñó un programa de uso del muermo y el ántrax para transmitirlo a través del ganado equino.

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Después de la Primera Guerra Mundial, se firmó el Protocolo de Ginebra de 1925, que prohibía el uso de armas químicas y biológicas. Sin embargo, no prohibía la investigación, el almacenamiento y el transporte de agentes biológicos con potencial bélico.

Durante la Segunda Guerra Mundial, países como Estados Unidos, Reino Unido, la URSS y Canadá llevaron a cabo investigaciones y desarrollaron armas biológicas en diferentes programas.

Convenios internacionales ante la amenaza

El Protocolo de Ginebra de 1925 fue el primer tratado de desarme multilateral que prohibió la producción de armas biológicas. En 1972, se amplió con la Convención sobre Armas Biológicas y Toxicológicas (CABT), que prohíbe el desarrollo, producción y almacenamiento de armas biológicas y toxinas.

Sin embargo, este tratado no establece un sistema de verificación ni prohíbe la investigación en agentes biológicos potencialmente peligrosos con fines pacíficos.

Ante esta amenaza, la Oficina de Asuntos de Desarme de las Naciones Unidas creó un grupo de trabajo en 1991 y el Consejo de Seguridad de la ONU emitió la Resolución 1540 en 2004 para monitorear el uso y fabricación de armas biológicas.

Enfrentando los desafíos

Defenderse contra las armas biológicas es una prioridad para todos los países. Los esfuerzos de defensa son similares a los necesarios para identificar y tratar brotes epidémicos naturales. Esto implica capacitar a los equipos sanitarios, implementar métodos avanzados para el aislamiento e identificación de agentes patógenos, y la investigación de vacunas y tratamientos para prevenir y minimizar la infección.

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Es fundamental mantenernos alerta y preparados para enfrentar los desafíos que las enfermedades infecciosas y las armas biológicas plantean a la humanidad.

Los autores de este artículo son Domingo Marquina Díaz, Javier Vicente Sánchez y Antonio Santos de la Sen, investigadores del Departamento de Genética, Fisiología y Microbiología de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Complutense de Madrid.

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