El regreso majestuoso del nenúfar Victoria al Real Jardín Botánico de Madrid

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nenufar victoria

«Estanque de aguas tranquilas disponible, con temperatura ideal entre 18 y 22ºC y protección contra depredadores, para disfrutar de unas vacaciones de verano». Este anuncio bien podría encontrarse en una página de alquileres vacacionales. En el Real Jardín Botánico de Madrid, el estanque ya tiene nuevos inquilinos. Permanecerán allí hasta finales de octubre. Llegan de diferentes lugares y responden a nombres como Manuela, Detective Erika, Princesa Negra, Diosa Azul del Bosque, Innocence, Tigre, Alba, Nieve de Bangkok, Atardecer Melocotón o Cayo Largo. La nueva colección de nenúfares (Nymphaea spp.), adquirida la pasada primavera por esta institución científica, ya se ha instalado en los estanques del jardín.

Según Beatriz Perlines, directora de la Escuela Taller del Botánico, «la colección de nenúfares consiste en más de 40 ejemplares de diversas especies». Para que disfruten del verano al aire libre, se han acondicionado dos espacios: el soleado estanque de la Terraza de los Bonsáis y el gran estanque de la Plaza de Linneo, en el emblemático cruce del jardín. Perlines ha coordinado personalmente la plantación subacuática de los nenúfares. La mayoría proviene de un vivero en Granada especializado en el cultivo de estas hermosas plantas acuáticas. Otros ya se encontraban en el jardín, pero cubiertos, y se han trasladado al exterior desde las albercas del invernadero de plantas tropicales, donde pasan el invierno protegidos de las bajas temperaturas.

Con el mono de vadeo puesto, Perlines se sumerge en el estanque. Moviéndose lentamente entre las plantas, comparte que, entre las 60 especies y 1.600 variedades de nenúfares que existen en la naturaleza, su favorito es el loto sagrado (Nelumbo nucifera). Sus hojas, sus deslumbrantes flores blancas o rosadas, el profundo aroma que emana, su tallo esbelto y erguido… Todo en la llamada rosa del Nilo es espectacular. Era venerada en el antiguo Egipto y es una planta sagrada en China y la India, símbolo de pureza para los budistas».

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Beatriz Perlines, directora de la Escuela Taller del Botánico, coordina el mantenimiento de los nenúfares.

El nenúfar, también conocido como lirio de agua, es nativo de charcas, pantanos y lagos de África y Asia. Los hay rústicos o perennes, que resisten los climas frescos y florecen en otoño, y tropicales, que florecen en verano y no sobreviven en climas fríos. En España, el nenúfar blanco (Nymphaea alba) crece de forma silvestre en lagunas y humedales. Son plantas herbáceas con rizomas, tallos carnosos que crecen enterrados en el sedimento acuático y de los cuales emergen los pecíolos de las hojas y los pedúnculos de las flores. Estos últimos pueden crecer hasta tres metros y de ellos emergen las hojas flotantes y las flores. Según Perlines, «el hábitat ideal para los nenúfares es el agua dulce estancada o de corriente lenta, a una temperatura agradable y en un lugar soleado, ya que para florecer necesitan al menos seis horas diarias de exposición al sol».

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El cuidado de estas plantas acuáticas perennes requiere de un plan mínimo: «Eliminar las flores marchitas y las hojas en descomposición, aplicar regularmente un fertilizante de liberación lenta en el sustrato arcilloso en el que están plantados bajo el agua, vigilar la presencia de plagas como pulgones, escarabajos o hongos, y quitar cualquier partícula que se posa sobre las hojas para evitar que se quemen», enumera Perlines. Además de las tareas de limpieza, se cuenta con una brigada de pequeños peces limpiafondos que filtran el agua y varias plantas acuáticas fitodepurativas, como el Alisma plantago-aquatica, que además de aportar textura entre las hojas redondeadas de los nenúfares, purifican el agua. De vez en cuando, también es necesario liberar los tallos que se enredan en la red protectora que se coloca alrededor de las plantas para evitar que los patos del jardín se las coman.

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Dos jardineros del Botánico durante la plantación de los nenúfares en el estanque de Linneo.

Un estanque lleno de colores vibrantes

La floración de los nenúfares alcanzará su máximo esplendor este mes de agosto. Blancos, amarillos, naranjas, rojos, rosas, cremas, malvas, violetas… Algunos híbridos presentan hojas moteadas de diferentes colores y flores con degradados, motas o dos tonos, como penachos de una melena punk. La mayoría de los nenúfares florecen durante el día (se recomienda visitar los estanques desde antes del mediodía hasta las cinco de la tarde para ver la mayor cantidad de flores abiertas). Sin embargo, para los madrugadores y trasnochadores, existen variedades nocturnas cuyas flores se abren al atardecer y se cierran por la mañana, como el Nymphaea ‘Missouri’, con delicadas flores blancas.

Junto al espiritual loto, el favorito de Perlines, destaca el majestuoso Victoria cruziana. Originario de Argentina y Paraguay, es una de las tres especies del género Victoria y la más grande de todas (las otras dos son la V. regia del Amazonas y la V. boliviana). Es famoso porque en su estado silvestre, sus hojas pueden soportar el peso de un niño sin hundirse. En agosto, cuando esté en pleno esplendor en el estanque del Real Jardín Botánico de Madrid, las hojas del Gran Nenúfar Victoria alcanzarán más de un metro de diámetro.

El estanque de la Terraza de los Bonsáis al atardecer, con las imponentes hojas del Victoria cruziana en el centro.

Otro espectáculo que no hay que perderse es su floración. Tan vistosa como efímera, cada flor de nenúfar vive solo dos días y perfuma el aire con un dulce aroma a piña madura para atraer a los escarabajos tropicales encargados de polinizarlas. «Durante la primera noche, la flor es blanca y femenina, lista para recibir polen. En la segunda noche, se vuelve rosa y masculina, produciendo polen», explica la jardinera. Luego, la flor se cierra y se hunde para siempre. Si tiene suerte y ha sido fecundada, dará lugar a un fruto que dispersará sus semillas bajo el agua. Otra ninfa está en camino.

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