El Colectivo: Una Celebración de la Comunicación Popular

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Bienvenidos a una historia de felicidad y sueños, donde lo normal se convierte en extraordinario. En este artículo, nos adentraremos en el fascinante mundo de aquellos seres afortunados que no conocieron el caos familiar, la desdicha o la adversidad. Son aquellos que nunca experimentaron la dolorosa pérdida de una madre trastornada, un padre alcohólico, un hijo delincuente o una casa que no es hogar. Lejos de su realidad, encontramos a las aves, el estiércol y las piedras, quienes nos enseñan que la verdadera felicidad radica en hacer realidad nuestros sueños y construir nuevos mundos.

La Belleza de la Normalidad

Imagínate una realidad en la que experimentas los diecisiete rostros de la sonrisa y mucho más. Eres aquel ser satisfecho, lleno de zapatos y con un sombrero como corona. Te encuentras rodeado de amor y cariño, aceptado y deseado por todos. Eres como el flautista acompañado por ratones, el vendedor y el comprador, el caballero ligeramente sobrehumano. Tú eres el trueno y la mujer es el relámpago. Eres delicado, sensato, fino, amable, dulce, comestible y bebestible.

Pero dejemos espacio para aquellos seres más audaces y apasionados. Los que construyen nuevos mundos y sueños, aquellos cuya locura supera a la de sus madres, su sed de vida supera la de sus padres y su capacidad para amar desafía cualquier límite. Permítales su lugar en el infierno, eso es suficiente.

Un Saludo al Futuro

Dedicado a Jacqueline, Claude Julien, Fina y Cintio. No tenemos pruebas, porque las pruebas son inexistentes. Creen en lo absurdo y, sin embargo, creen. A veces, es más absurdo el hecho de existir que creer. No hay garantía de que no ser ni creer sea menos absurdo. Las pruebas que alguna vez existieron se desmoronaron como estatuas de piedra, mármol y bronce; se convirtieron en cenizas y huyeron asustadas por el grito de los ánades.

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No guardes tesoros donde la humedad y los insectos puedan devorarlos. El verdadero tesoro es no guardarlos. El tesoro está en creer y en ser. Los logros y horrores del pasado ya no existen. El presente avanza más rápido que la lectura de estas mismas palabras. El poeta saluda al futuro con una salva en la oscuridad de la noche. Solo lo difícil. Solo lo oscuro. Y contra todo pronóstico, el fuego se alza, brillante y real. El amor es quien nos permite ver.

Con cariño hacia Roberto Fernández Retamar. Tu presencia se extraña en este mundo, desafiando otras realidades con tus palabras. Cabalgas sobre las olas de la memoria, señalando la vida cotidiana como el tesoro más valioso del presente y el futuro. Pueden venir tiempos más urgentes, menos interesados en el papel y la poesía, con una sed insaciable de tecnología y desechos. Sin embargo, también llegaremos allí, con el barco de tus palabras, el mismo que construyó nuestra Casa de las Américas. Las nuevas generaciones aprenderán a navegar y desafiar los mares, para decir contigo:

«Con las mismas manos que te acaricié, estoy construyendo una escuela».

Una Planta

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